Washington debe asumir su responsabilidad histórica en un Afganistán devastado por la guerra

Washington

      Por Xinhua | el 02 de julio de 2024 | 09:21

      Niños trabajan en una fábrica de ladrillos, en Kabul, capital de Afganistán, el 12 de junio de 2024. (Xinhua/Saifurahman Safi)

      Por Zhao Jiasong y Zou Xuemian

      Washington no puede eludir su responsabilidad de enmendar el daño que ha causado a Afganistán, clama un llamamiento hecho por el público afgano y la comunidad internacional a las partes participantes en la tercera ronda de conversaciones sobre Afganistán convocada por la ONU, que se está celebrando en la capital qatarí de Doha.

      A finales de agosto de 2021, las últimas tropas estadounidenses abandonaron Afganistán tras dos décadas, dejando tras de sí un país devastado por la guerra y aún más empobrecido.

      "No fuimos a Afganistán a construir una nación. Y es derecho y responsabilidad exclusiva del pueblo afgano decidir su futuro y cómo quiere dirigir su país", afirmó el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, sobre la retirada del Ejército estadounidense del país asiático en julio de 2021.

      La ironía quiso que Washington, como sugerían las declaraciones del presidente, se arrogara la superioridad moral tras 20 años de caos y derramamiento de sangre. La realidad de la violenta historia no se alterará, ya que la guerra acabó con la vida de 174.000 afganos, entre ellos más de 30.000 civiles, y desplazó a casi un tercio de la población.

      Estados Unidos tiene una "obligación moral" con Afganistán y la responsabilidad de contribuir a su reconstrucción económica, afirmó Jalal Bazwan, experto en relaciones internacionales de la Universidad de Kardan, con sede en Kabul.

      El 16 de junio, la explosión de una bomba sin detonar mató a cuatro niños, que la habían confundido con un juguete, en la provincia de Faryab, al norte de Afganistán. Estos trágicos incidentes, que ocurren con alarmante frecuencia, ponen de relieve el peligro persistente que representan las 1.228 bombas de racimo con 248.056 bombetas lanzadas por las fuerzas estadounidenses en 2001 y 2002, según la Coalición contra las Municiones de Racimo.

      Más del 20 por ciento de las bombas no estallan en el momento del impacto y permanecen activas sobre el terreno, provocando posteriormente víctimas civiles, señaló la organización humanitaria Médicos Sin Fronteras. El Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) señaló que los niños son las víctimas más vulnerables de los artefactos sin estallar, indicando en su informe que 640 niños murieron o resultaron heridos en 541 incidentes relacionados con explosiones de minas terrestres y restos explosivos entre enero de 2022 y junio de 2023.

      Las bombas sin explotar han tenido graves consecuencias para la agricultura afgana, de la que depende principalmente la economía de este país sin salida al mar, señaló Sadiq Shinwari, experto militar afgano.

      Afganistán, entre otros muchos países, está sufriendo las consecuencias de la coerción financiera. Estados Unidos debería dejar de agravar la situación de los afganos congelando activos del banco central de Afganistán por valor de unos 7.000 millones de dólares e imponiendo sanciones. Estas medidas han desestabilizado aún más la economía afgana, provocando subidas de precios y reduciendo la ayuda internacional.

      Se calcula que 23,7 millones de afganos necesitarán ayuda humanitaria en 2024, más de la mitad de la población del país, y que nueve de cada diez personas viven en la pobreza. El Plan de Respuesta y Necesidades Humanitarias para el Afganistán de 2024 necesita 3.060 millones de dólares estadounidenses para atender a 17,3 millones de afganos, pero hasta el 15 de mayo solo había recibido el 16,2 por ciento de los fondos requeridos.

      Las catástrofes naturales, como el terremoto del año pasado en la provincia occidental de Herat y las recientes inundaciones en el norte, se han cobrado casi 3.000 vidas, lo que ha provocado una crisis humanitaria aún más grave en Afganistán. Sin embargo, el desastre inducido por Estados Unidos es igualmente devastador. Las infraestructuras devastadas por la guerra duplicaron el tiempo necesario para que la ayuda llegara a las zonas siniestradas. Las sanciones impuestas al sistema bancario restringieron las retiradas de fondos, por lo que las víctimas no pudieron acceder a tiempo a los suficientes fondos de socorro.

      Las sanciones iniciadas por Estados Unidos e impuestas al Gobierno provisional afgano han socavado el suministro de ayuda humanitaria vital a este país asolado por la guerra, declaró Martin Schüepp, director de operaciones del CICR. "Es clave que todas las sanciones tengan exenciones humanitarias, que permitan a las organizaciones humanitarias como el CICR operar y poder llegar a las personas necesitadas".

      "Es hora de aceptar que las políticas del pasado han fracasado y que Estados Unidos y sus aliados deben cambiar de rumbo e implicarse con un mayor compromiso", afirmaba un artículo de opinión de The New York Times a principios de este año.

      Washington debería darse cuenta de que su anticuada y astuta evasión de responsabilidades ha conducido a una situación de penuria y malestar sempiternos en Afganistán. Es hora de que el Tío Sam se comprometa con la comunidad internacional para dar el primer paso firme en Doha y sentar las bases para la estabilidad y prosperidad de Afganistán.

      (Web editor: Rosa Liu, Zhao Jian)